Diario de a bordo.
Izar el corazón cuando el viento sopla a favor, arriar las velas cuando no hay propulsión.
Navegante nunca he sido, y menos mal, una irresponsable que pretende avanzar contra todo pronóstico, no sabe de llevar las manos en el timón.
He aquí mi mejor habilidad, la calma en el ojo del huracán, asomarme a la proa con incertidumbre y ver un precipicio de papel. Hay demasiada tripulación cuando quiero estar sola y siento demasiada soledad cuando estoy rodeada de cualquier tripulación.
Yo no quiero orilla, náufragos que escribieron de más, ni capitán volviendo a enfrentar al mar.
Me conformo con ser mensaje en la botella.
El horizonte es para valientes que lanzan palabras, aún sabiendo que no llegarán.